jueves, 22 de julio de 2010

En el momento perfecto se acercó a mi y con el silencio atroz que siempre lo cubre, me miró una y otra vez, desde aquella noche seriamos dos fugitivos, correríamos por las galerías siniestras del olvido. Noche tras noche en aquel bar nos encontramos mudos, mañana tras mañana nos separamos como si alguna vez nos hubiéramos esperado.
Cada noche era distinta...cada abrazo maldito, cada mirada impune, cada pausa que se sumaba al abismo de la juventud perdida, todo era distinto junto a su pecho.
La mediocridad de sus palabras rozaba mis mejillas, su música inestable me invitaba a la desesperación de verlo perdido, sin orgullo ni misericordia. Nunca me vio llorar a su lado, nunca sintió mi alma desprenderse en sus labios...Y yo que aun creía en el amor.

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Despacio que aun tengo sueños...