miércoles, 22 de septiembre de 2010

Hoy quiero contarte de mi tristeza. Hace tiempo que no estas acá y no me sorprende demasiado, siempre te vas.
Mi tristeza es siniestra, es que a veces, no me deja respirar. Te acordas del viernes que nos encontramos? No quería mirarte y recuerdo, todavía, el aroma del bar.
Mi tristeza avanza hacia los confines de la tierra, me arrebata las sonrisas y se pierde en tu vientre. Ese viernes me tomaste del brazo y subimos las escaleras empuñando un par de vasos.
Mi tristeza no es perfecta porque a veces se va, es tramposa...es que a veces te olvido. Entonces un cuestionario mal pronunciado invadió la mesa, la música de fondo y los mozos no tan mozos se escurrieron.
Mi tristeza no es frágil, los años se encargaron de volverla inquebrantable, tus ausencias imperdonables culpables de mis llantos nocturnos. Sobre la muchedumbre me invitaste a escapar, ¿te acordas? Nos escapamos en silencio, sin que nadie nos viera, nos arrinconaba el frío y escalamos al cielo.
Mi tristeza es eterna, no se fue con vos ese día y no se irá sin vos hoy.
Ese viernes descubrimos el pasado y nos mentimos renaciendo, imaginamos un mundo de mares, de letras arrugadas y males desteñidos. Todos los viernes fueron iguales, jugando a querernos sobre ríos y anillos, sobre los males del infierno. Te acordas cuando te dije, vestida de tristeza, que el viento no podría ocultar mi desventura?
¿Acaso guardas, aún, mi pañuelo negro de quebrantos?
Mi tristeza es la misma que aquellos años a tu lado, sin perdones ni sonrisas, sin verdades ni despedidas.